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Dante & Company

Entre 1850 y 1960 llegaron a la Argentina más de tres millones de italianos, que rápidamente se integraron a su país de adopción. El resultado: un país atravesado de italianidad, en el que el 65% de los habitantes tiene ascendencia italiana. Mi humilde persona, como lo muestra a las claras mi apellido, es un buen ejemplo de ese trasplante italiano: Giuseppe Crotto, que fue mi tatarabuelo, se vino desde Piscina, cerca de Milán, en 1850 con la ilusión de “hacer la América”, lo que logró con bastante éxito, y uno de sus hijos fue Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. La marca italiana en la identidad argentina es omnipresente; basta detenerse un poco en cómo se habla en Buenos Aires: una palabra tan porteña como “pibe” tiene ascendencia genovesa: “pive”, que significa “aprendiz”. Ni hablar de “laburo”, porteñismo para “trabajo” que transparentemente viene del “lavoro” italiano. O cuando se dice que alguien tiene buena “facha”, para decir que es atractivo, se usa la palabra “faccia”, o sea “cara” en italiano. Y se podría seguir y seguir con este tipo de ejemplos indefinidamente... También la comida porteña está atravesada de italianidad, y los porteños se jactan de haber superado a sus maestros en dos íconos de la cocina italiana: la pizza y el helado, que, muchos aseguran, son mejores en Buenos Aires que en cualquier ciudad de Italia… Obviamente, la literatura italiana y su traducción fueron fundamentales en ese proceso de integración entre las dos culturas. Intentaremos ver algunos ejemplos de cómo fue tendiéndose ese puente, y veremos también algunas marcas de ese proceso en la ciudad de Buenos Aires. 

Una iglesia y un palacio

Cuatro tanos famosos: San Francisco, Giotto, Colón y Dante en la fachada de la Basílica de San Francisco

Lo primero, como siempre, es Dante. Un breve recorrido por el centro de la ciudad da plena cuenta su lugar central en la vida porteña. El primer punto está a pocas cuadras de la emblemática Plaza de Mayo, en Alsina 380: es la Basílica de San Francisco, construida en el terreno que los franciscanos recibieron de Juan de Garay, fundador de la ciudad de Buenos Aires, en una fecha tan temprana como 1583. Lo que interesa destacar es el grupo escultórico que domina la fachada, y que integran cuatro destacados italianos: en el centro San Francisco, con los brazos abiertos, cobija a tres terciarios de su orden, a la izquierda están Giotto y Cristobal Colón, arrodillado. A la derecha: Dante.1

Palacio Fachada del Palacio Barolo en la Avenida de Mayo

A quince cuadras de ahí, en Avenida de Mayo al 1370 se alza el imponente Palacio Barolo. Es un edifico comercial que fue encargado por el empresario textil Luis Barolo al arquitecto italiano Mario Palanti y que fue inaugurado en 1923, y que durante muchos años fue el más alto de Latinoamérica. El arquitecto cumplió con el encargo de diseñar todo el edificio, desde el plano hasta los detalles en picaportes y lámparas, para que fuera una encarnación arquitectónica de la Comedia de Dante. Es así como tiene cien metros de altura (referencia a los cien cantos de la Comedia) y está dividido en tres secciones (que representan respectivamente el Infierno, el Purgatorio, y el Paraíso), y en lo más alto tiene un poderoso faro, que aún funciona, y que representa el lugar prominente de Dios en el ordenamiento del ser. Todo el edificio está lleno de referencias a la Comedia, por ejemplo la parte inferior tiene nueve entradas, así como nueve son los círculos infernales en la obra de Dante... Donde sea que uno mire encontrará referencias a la Comedia, desde inscripciones y gárgolas demoníacas en el decorado de una lámpara (propiamente “dantescas”, en el sentido de “horrorosas”, como se usa la palabra en Buenos Aires) hasta el hecho de que haya nueve estamentos, que representan los nueve coros angélicos, inmediatamente antes de llegar al faro. Durante la Segunda Guerra Mundial, ante el peligro de que eventuales bombardeos aéreos en Rávena dañaran la tumba del poeta, se ofreció que sus restos mortales fueran traídos al edificio, oferta que obviamente fue desestimada. El Palacio Barolo funciona hoy normalmente como edificio de oficinas, y se pueden realizar visitas guiadas: en la que hice yo, hace más o menos un lustro, al final del recorrido se servía en una de las oficinas que iban a ser de Luis Barolo (que murió poco antes de la inauguración) una copa de vino y alguna cosa para picar, y entonces entró, como parte del tour, un joven bastante bien disfrazado de Dante y recitó los primeros doce versos del primer canto de la Comedia. Lo juro.

Detalle del Interior del Palacio Barolo

Justo a la mitad del recorrido de quince cuadras que separan la Basílica de San Francisco y el Palacio Barolo, en Avenida de Mayo 767, vale la pena hacer un alto en una librería emblemática de la zona: “El túnel de Buenos Aires”. Buenos Aires es la ciudad con más librerías por habitante del mundo (mienten quienes dicen que es Lisboa), y muchas de esas librerías son, como esta a la que nos referimos, librerías llamadas “de viejo”, donde se venden libros usados. Debido a que estas librerías siempre están comprando bibliotecas usadas en bloque (por ejemplo, de algún abuelo que murió, y los descendientes no se interesan por la literatura), es muy común encontrar verdaderos tesoros de literatura italiana y traducciones tempranas de la literatura italiana. Por ejemplo, en esta pasada, una Commedia italiana ilustrada, de 1865, y una edición de principios de siglo XX de la traducción de Bartolmé Mitre.

Librería de usados: El túnel de Buenos Aires. Edición del Infierno de 1865

Bartolomé Mitre (que entre otras cosas fue poeta, militar, periodista y presidente de la Argentina) fue el primer traductor argentino de la Comedia. Su versión se toma muchísimas libertades, y marca desde el inicio una poética de la traducción como versión, poética que recalará en Borges y signará a fuego toda la tradición de la traducción en la Argentina. Después de Mitre, la lista de traductores argentinos de la Comedia incluye a Francisco Soto y Calvo, Ángel Battistessa, Antonio Jorge Milano, Jorge Aulicino y Claudia Fernández Speier (de inminente aparición). De las últimas tres traducciones completas de la Comedia al castellano, dos fueron hechas a orillas del Río de la Plata.

Un triángulo institucional

No muy lejos del centro, y a muy pocas cuadras entre sí, se encuentran tres instituciones que fueron y son fundamentales para la integración entre la cultura italiana y la cultura argentina: la Asociación Dante Alighieri (con sede central en Tucumán 1646, aunque hay cuatro sedes más en Buenos Aires), el Instituto Italiano de Cultura (en Marcelo Torcuato de Alvear 1119), y el Círculo Italiano de Cultura (en Libertad 1264). De distintas maneras, cada una de estas tres instituciones cumple un rol decisivo para la propagación de la cultura italiana en Buenos Aires. Para hacer un paralelismo, podríamos decir que cumplen un rol similar al que cumple el Goethe Institut. La Asociación Dante Alighieri de Buenos Aires o “La Dante”, como se la conoce habitualmente, fue fundada en 1896, tiene como misión fundamental difundir el idioma italiano, y cuenta con una librería dedicada exclusivamente a la literatura italiana y con una biblioteca muy bien provista, de acceso público y gratuito (a la vuelta de la sede central, en Rodríguez Peña 575). El Instituto Italiano de Cultura, por su parte, es un organismo oficial del Estado Italiano, y si bien también se dedica a la enseñanza del idioma, tiene su acento puesto sobre todo en la realización de actividades culturales, que se realizan, de manera abierta y gratuita, en la hermosa sala del tercer piso del edificio que el Instituto ocupa a pocas cuadras del Obelisco. Charlas de escritores italianos invitados ad hoc, ciclos de cine, muestras de arte (cuenta con una amplia sala en Planta Baja para ello), otorgamiento tanto de estímulos a la traducción como de premios a las traducciones publicadas, presentaciones de libros y un largo etcétera lo colocan en un lugar privilegiado para la escena de la traducción en la Argentina.

Libros de Literatura italiana contemporánea en la librería de la Dante Alighieri

Por último, el Circulo de Cultura Italiana, fundado en 1873 se destaca sobre todo por el magnífico edificio que ocupa, un palacio de esos que la aristocracia argentina hacía construir en épocas de opulencia y que hoy suelen ser museos o sedes de embajadas. En el patio interno del edificio funciona una cafetería, y está uno de los árboles más lindos de Buenos Aires: un impresionante plátano bicentenario. Por lo retirado del lugar, se crea una especie de oasis en el medio del furioso ritmo porteño, e ir a tomar un café y leer allí es una de las mejores cosas para hacer en Buenos Aires. Bien podemos imaginar, por ejemplo, que el poeta Horacio Armani, vecino de la zona, iba a finales de la década del 60 a trabajar en ese patio interno en sus traducciones de la poesía de Eugenio Montale (que luego recogería, junto a una serie de ensayos sobre su poesía y entrevistas, en el libro Imágenes de Eugenio Montale) y que fueron decisivas para la poesía argentina. El tono desencantado y seco de Montale (premio Nobel en 1975, y unánimemente considerado el poeta más importante de Italia del siglo XX) sería una influencia fundamental para la poesía de los siguientes cincuenta años en la argentina. Sería por ejemplo una influencia insoslayable en Joaquín Giannuzzi y después en Daniel García Helder, que a su vez fueron fundamentales para la llamada poesía de los 90, que a su vez es muy importante para la poesía que se escribe hoy… Como en un guiño del destino, otro poeta fundamental para la poesía argentina de las últimas cinco décadas, el norteamericano Ezra Pound, moría en 1972 precisamente en Italia, donde había vivido los últimos veinte años de su vida.

Patio interno del Círculo Italiano de Cultura

Ningún número sin autores italianos

Obviamente más allá de esta red institucional, la traducción de la poesía italiana sigue hoy multiplicándose de la mano de revistas literarias. Un buen ejemplo podría ser la revista Hablar de Poesía. Fundada en 1999, recuerdo muy bien cómo yo esperaba ansiosamente la aparición de cada nuevo número y cómo la leía devotamente a mis veintipocos y cómo era siempre una excelente ocasión para revisitar la tradición literaria italiana y para asomarse a la literatura italiana contemporánea. Por esas vueltas de la vida, desde 2017 tengo el honor de ser el Director de la revista, y mirando el trabajo realizado no puedo menos que ponerme contento: Hablar de Poesía ha sacado hasta la fecha en formato libro de entre 150 y 300 páginas ininterrumpidamente nada menos que 42 números semestrales, y cuenta desde 2017 con un popular Portal Web y presencia en las redes sociales. Un repaso del índice histórico de los números muestra a las claras el lugar decisivo que ha tenido y tiene como espacio de traducción de la poesía italiana en las últimas dos décadas, a punto tal de que no hay prácticamente un número que no contenga ensayos o poemas de autores italianos, y nos son raros los números donde son dos, tres o más los artículos dedicados a la literatura italiana. Los ensayos se publican directamente traducidos; los poemas, en versión bilingüe: desde los grandes nombres de la literatura italiana (artículos sobre Dante, sobre Leopardi, sobre Stampa, siempre acompañados de traducciones de sus poemas), pasando por los clásicos del siglo XX (como Ungaretti, Pasolini, Campos, Montale o Agamben), hasta llegar a voces también centrales, tal vez algo menos conocidas fuera de Italia, como Luzi, Pozzi, Caproni, Bernardinelli, Bertolucci, y un larguísimo etcétera de un catálogo que supera el centenar de nombres.  

 

Mesa Hablar de Poesía en en el bar Varela Varelita

La sede no oficial de la revista Hablar de Poesía es el bar Varela Varelita, último punto de nuestro recorrido y un verdadero ícono de la vida literaria y bohemia de Buenos Aires. Situado en la esquina de Scalabrini Ortiz y Paraguay, en el barrio de Palermo, cuenta con una mesa especial dedicada a la revista, donde pueden leerse los últimos ejemplares, que están allí a disposición del que quiera leerlos, y donde se suelen producir las reuniones del Equipo de Dirección. Basta ir cualquier tarde para encontrar en el bar, con un poco de suerte, a alguien trabajando en la traducción y la difusión de la poesía italiana: en el número de diciembre de 2019, se publicó una presentación y traducción de poemas de Antonia Pozzi (un secreto bien guardado incluso para los italianos); en el número de julio 2020, poemas de una poeta siciliana viva, Mirella Muià; en el último número publicado, en diciembre de 2020, una nueva traducción comentada de un clásico de Leopardi: “El infinito”. No es imposible que los atienda Ramón Baldini, uno de los mozos, y les cuente que su abuelo vino de muy chico a Buenos Aires desde Nápoles ante la consolidación del fascismo a mitad de la década del 30, y al que todavía le gusta decir, a sus 90 años: “yo soy muy porteño, que es una de las formas más lindas de ser italiano”.

 

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© Alejandro Crotto

Alejandro Crotto nació en Buenos Aires en 1978. Es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Publicó los libros Abejas (2009), Chesterton (2013), Once personas (2015), Francisco – un monólogo dramático (2017) y El Infierno de Dante Alighieri (2020). Es profesor universitario de la materia "Poesía II" (Universidad Nacional de las Artes) y profesor de postgrado de la materia "Traducción de poesía" (Universidad de Buenos Aires). Dirige la revista Hablar de Poesía.

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