Cities of translators „Los peores lugares donde estuve fueron las casas de traductores“
de es

„Los peores lugares donde estuve fueron las casas de traductores“

De visita en casa de Jorge Fondebrider

Timo Berger: Jorge, dirías que un traductor necesita un lugar amplio para dejar fluir los pensamientos o basta con una cueva colmada de libros?

Yo diría que hace más de treinta años que traduzco en una cueva colmada de libros y con eso me basta y sobra. Traduje en otros lugares y, la verdad, me da lo mismo. Los peores lugares donde estuve fueron las casas de traductores. La verdad, no son para mí. Además de aburrirme horriblemente, me distraen. Y si tienen naturaleza alrededor, mucho peor.

Tenés una biblioteca impresionante! Que es el libro que más torgullece tener en sus estantes?

Bueno, algunos libros de música (el tratado de A. L. Lloyd sobre la balada inglesa es uno que me gusta especialmente tener; también todo lo que conseguí sobre Thelonious Monk, la biografía de Joni Mitchell), mi sección de literatura irlandesa (que debe ser una de las mejores y más pobladas de Buenos Aires, al menos en cuanto a la poesía se refiere), los tres estantes de libros de Borges. Cosas así. Nunca novelas, salvo el sector dedicado a Flaubert y a Perec.

Tenés un jardín? Y un banquito? Qué significa para vos salir a ese jardín que veo en las fotos?

No tengo jardín ni banquito. A una cuadra de casa está el Jardín Botánico de la ciudad. Iba con mis hijos cuando eran chicos. Ahora no voy nunca. Insisto: la naturaleza me resulta del todo indiferente fuera de Animal Planet. Me gusta ver documentales sobre animales. Como dijo alguna vez el poeta francés Max Jacob: “El campo, qué horror, ese lugar donde los pollos caminan crudos.”

En qué momento del día salís del escritorio y adonde te diregís? Tenés rutina de ir a un café o vas variando? A cual y porqué?

Por lo general, traduzco de mañana que es cuando tengo mejor la cabeza. Si salgo es para hacer compras o, en el mejor de los casos, para ir a Minton’s, mi disquería de jazz favorita, donde encuentro a mis amigos jazzeros. Veo un par de veces a la semana a mis mismos amigos de siempre. No voy a presentaciones de libros y raramente a escuchar a escritores. El café que me gusta se llama Fiorentina. El café queda a siete cuadras de mi casa. Voy ahí porque es tranquilo, no hay música y hacen ricos profiteroles.

En qué instancia te encontrás con colegas? Ahora solo por zoom?

Dirijo el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, de modo que, hasta la pandemia, una vez por mes me reunía allí con los traductores que venían a nuestras reuniones. Nunca eran los mismos. Todo dependía de quién fuera el invitado y el tema a tratar. Los únicos traductores con los que tengo contacto son todos amigos: Jorge Aulicino, Andrés Ehrenhaus, Matías Battiston, Silvia Camerotto, Julia Benseñor y, del exterior, Pedro Serrano, Carlos López Beltrán, Fabio Morábito, Juan Villoro (todos de México), o Richard Gwyn (de Gales), o Julia Azaretto (de Francia), o Jonio González (de España), o Peter Sirr (de Irlanda). Pero no me reúno con ellos porque sean traductores, sino porque son amigos. Siendo un fanático del jazz sé que otro fanático del jazz no es necesariamente interesante, pero un amigo fanático, sí. Lo mismo me pasa con los traductores. Pero hablar de traducción sin que medie alguna otra cosa me da mucha pereza.

En las fotos salís con tu mujer. Qué papel juega ella a la hora de traducir?

Mi mujer es arqueóloga, especialista en Prehistoria. Es buena lectora y, como científica, alguien que piensa con mucha lógica. A veces, ocasionalmente, le muestro algún texto especialmente complicado para que me diga qué piensa. Pero, afortunadamente, su vida y la mía son profesionalmente independientes. Nos ayudamos en lo que podemos, pero no específicamente en nuestro trabajo. Diría que el papel que ella juega en mi vida (a secas, olvidándome de la traducción) es el más importante de todos.

La fotógrafa

Guadalupe Gaona. Foto: privado

Gadalupe Gaoina, nacida en Buenos Aires, es fotógrafa y poeta.  Estudió la licenciatura en Artes en la Universidad de Buenos Aires. Desde 2002, desarrolla proyectos artísticos  participando en muestras individuales y colectivas En 2009, publica Pozo de Aire (fotografía y poesía, Ed. Vox). En 2010, un jurado integrado por Martin Parr, Graciela Iturbide, entre otros, premia su trabajo fotográfico Quieta que es publicado por la editorial mexicana RM. En 2012, es invitada a participar de la Residencia para artistas y escritores en el Castello Torrigiani Malaspina Fosdinovo (Italia).

Trabajó como subeditora de fotografía en el diario Crítica y editora de la revista dominical C. Trabajó como editora fotográfica y fotógrafa en medios nacionales e internacionales (Rolling Stone, La Mano, El gráfico, Gatopardo, Lugares, Inrockuptibles, Internazionale, Soho, Kulturaustausch).

Actualmente trabaja en proyectos de cine y fotografía entre los que se destacan la  investigación de archivo de la exposición Leonardo Favio, (Casa del Bicentenario, Ministerio de Cultura de la Nación). Hace la foto fija en las películas  Jauja (Alonso, 2014), La idea de un lago (2016, Mumenthaler) adaptación de su libro Pozo de aire. Junto con Ignacio Masllorens, realizó la videoinstalación La intrusa, (Magia Negra, Fundación Osde, 2016) y el film documental Atlas (INCAA, Festival de Valdivia Lab, Festival distrital México Lab), en proceso de posproducción.

PDF

Jorge Fondebrider (1956, Buenos Aires) es un poeta, ensayista, traductor y periodista cultural argentino. Entre 1986 y 1992 fue secretario de redacción de la revista Diario de Poesía. Desde el 2002 hasta 2006 se desempeñó como coordinador de eventos y publicaciones del Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. En 2003 recibió las Palmas Académicas del gobierno de Francia por servicios prestados a la cultura francesa. En 2009, junto con Julia Benseñor, creó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Tradujo Georges Perec, Henri Deluy, George Sand. Patricia Highsmith, Richard Gwyn, Jack London, Gustave Flaubert y Joseph Conrad, entre otros.